A estas alturas no hace falta explicar, detalladamente, lo que representa el sello Silent Hill. Una franquicia que, como a tantas otras, puede estar pasándole factura la sobreexplotación, aunque ha sido todo un referente dentro del género denominado como “Survival Horror” de la vieja escuela.
Entre sus principales ingredientes podemos encontrar: terror, intriga, niebla, personajes con turbios pasados, hospitales psiquiátricos, enfermeras macabras, niños abandonados… unos ingredientes que, todo y ser del todo típicos al género del terror, crean una atmósfera única.
Esta cuarta entrega, aparecida para PS2 y PC, ha evolucionado mucho en algunos aspectos, pero no los ha sabido aprovechar como para posicionarse donde debería. El juego en sí no está mal, sin embargo tiene fallos, o bajones, que le condenan a ser “otro más” o, simplemente, un juego a medias…
La trama de la historia no deja de ser otra rizada de rizo a los ya típicos argumentos de la saga. reminiscencias a una dura infancia, remordimientos, mentalidades retorcidas… nada que no hayamos visto en pasadas entregas.
El hilo principal está bastante bien narrado mediante cartas que encontramos a lo largo del juego y las explicaciones de los personajes secundarios, no obstante, como ya he comentado, no se aparta demasiado de los tópicos del género.
Si bien sobresalen algunos momentos de lucidez, por regla general, es previsible y algo monótono.
El apartado gráfico, a mi entender, es el que más ha evolucionado, mostrándonos, entre otros detalles, escenarios más variados (al menos un poco más dispares que en anteriores entregas), una vista en primera persona (tipo D) dentro la habitación, efectos de iluminación muy buenos y algunas texturas que rozan lo magistral.
También debo citar algunos fallos de brusquedad y una mínima, pero existente, borrosidad que, de no estar hablando de un Silent Hill, sería más que reprochable.
Otro acierto, y este loable de verdad, es la ambientación. El juego mezcla, de forma magistral, unos acertados efectos de sonido, unos gráficos correctos y unas tomas de cámara y escenas al más puro estilo “terror asiático”, que te logran mantener en tensión, menos, eso sí cabe citarlo, cuando aparecen enemigos…
Aquí es donde radica el principal fallo del juego, unos patrones de enemigos medio bien detallados, y en algún caso magistrales, pero más toscos y borricos que los “Teletubies”.
Fáciles de eliminar o esquivar y, en cualquier de los casos, mancados de carisma alguno. Este punto, sin lugar a dudas, es el que mayor número de enteros le resta al juego. Fantasmas, los cuales no podemos matar (sin previo aviso), hombres-mono ridículos, fantasmas siameses que con dos tiros te los cargas, sillas de rueda asesinas… un sin fin de elocuencias que no dejan tomarte en serio ningún enfrentamiento, aunque eso sí, con poca vida la cosa cambia bastante por su dificultad (sobretodo frente a los fantasmas) sin embargo, mancados de gracia igualmente.
En fin chicos, para gustos los colores y puede que a algunos de vosotros le encante este juego, pero creedme, con algo más de tiempo de producción y un poco más de esfuerzo en el diseño de los enemigos, podrían haber creado algo bastante mejor, pues la idea de la habitación y su trama principal da para mucho más…
Me sigo quedando con el 2 y el 3 como mejores referentes de la saga y, aunque debo admitir que algún detalle de esta cuarta entrega me ha gustado, tras terminarlo, sigo pensando que es un juego a medio terminar…